Cuando la pandemia cambió la naturaleza de nuestro trabajo, la mayoría de nosotros perdimos los límites normales de nuestro tiempo. El llamado equilibrio entre la vida laboral y la personal se desestabilizó. Con un trayecto de cinco minutos hasta el escritorio, puede resultar difícil separarse mentalmente del trabajo. Además, el miedo y el estrés probablemente llevaron a muchos de nosotros a trabajar en exceso y tratar de mantener las cosas en marcha en tiempos difíciles.
Pero si apretamos, empujamos y esprintamos, y nunca nos tomamos un momento para respirar o aflojar el ritmo, ¿qué conseguimos? Últimamente se habla mucho de agotamiento. Y ha llegado en masa. Cuando gran parte de nuestro valor en la sociedad está ligado a lo que hacemos, nuestro trabajo puede consumir todo lo que somos.
Si estuviéramos entrenando para una maratón, no nos esforzaríamos por alcanzar la velocidad. Nuestro objetivo sería la distancia. Cultivaríamos la capacidad de escuchar a nuestros músculos, de ajustar el ritmo para poder ganar la carrera. Lo más importante es que no se gana la carrera deteniéndose. Se gana un maratón llegando hasta el final, ¡a un ritmo fuera de lo común!
No puedes permitirte el lujo de quemarte al principio de la carrera porque saliste disparado de la línea de salida. Tampoco puedes parar y echarte una siesta, como la proverbial liebre. En lugar de eso, la respuesta está en algún punto intermedio, en alguna acción que podamos llevar a cabo y que recupere nuestras reservas para seguir adelante.
Uno de los conceptos erróneos más comunes sobre el descanso es que se define socialmente como la falta de acción. Muchos creen que sólo podemos descansar si llegamos a un punto en el que lo dejamos todo o esperamos a que la vida se detenga. Y, francamente, esto básicamente nunca sucede.
La vida adulta siempre tiene algún tipo de compromiso que debemos atender. A partir de este tipo de concepto erróneo, podemos caer en la idea de que sentarnos a ver Netflix es descansar porque implica no hacer nada.
Mientras que intencionalmente ver un programa que has estado ansioso por ver podría contar como descanso, la zonificación sin sentido no lo es. La clave del verdadero descanso es la restauración de tus reservas. Es esa sensación de que la vida vuelve a ti.
El descanso no se produce de forma natural como el sueño. En su lugar, son necesarias algunas selecciones y protecciones intencionadas para construir el espacio para el descanso. Las preguntas naturales en este punto podrían ser: ¿Cómo lo hago? ¿Cómo proteger el tiempo para uno mismo? ¿Cómo encontrar y cultivar las actividades que reconstituyen tus reservas? Propongo que empecemos de forma sencilla.
¿Tienes permiso para descansar?
Uno de los componentes críticos para el descanso es el permiso para que nosotros mismos lo aceptemos. Nuestra cultura suele estar profundamente centrada en el trabajo. Gran parte de nuestra identidad se ve envuelta en lo que hacemos. Para encontrar y aceptar el verdadero restablecimiento, necesitaremos permiso de nosotros mismos para tomarlo. Podemos pensar en el descanso como una inversión o mantenimiento pagado para mantener alto nuestro rendimiento.
Con este concepto, encontrar acciones que sean reparadoras se convierte en un ejercicio de introspección. A menudo llamamos pasatiempos a esas acciones reparadoras repetidas. Pero no es sólo eso. Somos humanos. Nuestras necesidades van más allá del logro y la autonomía.
Deseamos conexión, propósito y aprecio. Por eso, además de los hábitos que podemos practicar en solitario, también deberíamos cultivar amistades y otras relaciones estrechas. Cultivar conexiones significativas lleva tiempo, igual que practicar una afición.
En cuanto al tiempo, podemos empezar a responder a la pregunta "¿Cómo lo hago? La respuesta más breve es que hay que aprender a respetar las citas con uno mismo. Si sabes qué acciones podrían ser reconstituyentes, ¡reserva algo de tiempo en tu calendario este sábado o incluso una de las tardes de esta semana para hacerlo!
Cuando llegue el momento, no pongas excusas ni permitas que otros asuntos menores ocupen su lugar. Puede que estés cansado, pero inténtalo de todos modos. Puede que no lo consigas la primera o las dos primeras veces. Pero sigue intentándolo. Mantenga ese compromiso consigo mismo. Tal vez descubras que, a pesar de los temores iniciales, tu fuerza empieza a resurgir.
Dedique un tiempo cada semana a mirar lo que debe hacer y resérvese un rato para tomar medidas reconstituyentes. Planifíquelo. Repásalo. Improving it. El autocuidado es una inversión necesaria para rendir al máximo.
Un artesano sabe cuándo y cómo cuidar sus herramientas. Lo hace con regularidad porque el mantenimiento de sus herramientas le permite mantener su capacidad de servicio con calidad y distinción. No tenemos por qué tratarnos a nosotros mismos, a nuestras mentes, menos que a nuestras herramientas. Sólo tenemos un par de manos, una mente que utilizar. Debemos cuidarlas como tales.
Eso no significa que tengamos que cultivar grandes bloques de tiempo sin hacer nada. Por el contrario, debemos elegir intencionadamente acciones que nos restauren. Estas acciones restauradoras serán diferentes para cada uno de nosotros, pero vitales para todos.
Así que, mientras afrontas esta semana, tómate un tiempo para pensar qué acciones puedes planificar intencionadamente que te restauren y te permitan seguir cumpliendo con excelencia. Para saber más sobre Improving y nuestra cultura, haga clic aquí.